Monólogos de un escéptico

¿La historia se repite?

Saúl Ventimilla Contreras

En teoría, estudiamos la historia para evitar que se repitan los mismos errores del pasado. Sin embargo, parece ser que las circunstancias nos obligan a caer en lo mismo de siempre.

La crisis del 2007-2008, conocida como la Gran Recesión, se originó, principalmente, por un aumento en las tasas de interés de la Fed (Sistema de Reserva Federal o Banco Central de Estados Unidos) que estalló una burbuja en el sector inmobiliario de Estados Unidos.

En específico, cuando las tasas de interés son bajas, se incentiva a que los bancos otorguen crédito a cualquier persona, a una baja tasa (incluso a personas con pésimo historial de crediticio, como a Homero Simpson). Por ende, un aumento en el otorgamiento de créditos hipotecarios, genera un crecimiento de la demanda de casas, por lo que su precio sube.

Cuando aumentan las tasas de interés, los créditos hipotecarios (que no eran de tasa fija) aumentan, por lo que las mensualidades del crédito aumentan. Si esto sucede, familias como la de Los Simpsons, que viven al día, pagando sus deudas como pueden, dejan de pagar sus créditos y caen en bancarrota, originando una “cadena de desgracias” que terminó siendo una crisis de magnitudes globales y que muchos economistas piensan que aún no nos recuperamos.

La reacción de la Fed fue contundente: bajar las tasas de interés para otorgar liquidez a los mercados y eliminar el pánico que generó la burbuja inmobiliaria.

Al “salir” de esta crisis, a finales del año pasado, la Fed decidió subir (otra vez) la tasa de interés, debido a que los indicadores económicos que ven (dos en particular: tasa de desempleo e inflación) están dentro de los niveles que consideran “adecuados”.

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Al subir las tasas en Estados Unidos, se vuelve más atractivo la inversión en ese país, por lo que empiezan a salir capitales de países emergentes (como México) y por lo tanto, aumenta la demanda por el dólar y por consiguiente, se encarece (o lo que es lo mismo, se deprecia el peso y todas las demás monedas). Es por esta razón por la que el Banco de México decidió subir las tasas de interés: para mantener el mismo diferencial de tasa respecto a Estados Unidos, “manteniendo atractiva” la inversión del país (eso creen los Hot Shots del Banco, yo difiero en la forma tan lineal de su pensamiento) y así, controlar la depreciación del peso.

Sin embargo, dicho movimiento no ha dado como resultado una apreciación del peso. Aquí es cuando no nos queda otra explicación más que la siguiente: los inversionistas han empezado a especular contra el peso. Al igual que la columna pasada, imagínese usted que tiene 100 millones de dólares y los decide invertir en México.

Si se genera suficiente pánico y se logra que el precio se deprecie a máximos históricos (como ahora), usted decide cambiar su dinero a pesos (que, para fines explicativos y de facilidad de cálculo, supongamos que está a 20 pesos el dólar): usted tiene 2,000 millones de pesos. Si usted los guarda en el banco, debajo del colchón o donde usted guste, y espera a que el peso se recupere a, digamos, 10 pesos el dólar (de nueva cuenta, es sólo para hacer los cálculos sencillos, y en lo particular dudo que volvamos a ver al peso en esos niveles) y usted los convierte a dólares, ¡tiene ahora 200 millones de dólares! ¡Duplicó su dinero sin hacer absolutamente nada!

Esta especulación es lo que ha generado, en mi opinión, la volatilidad del peso. Ahora, como el Banco de México subió la tasa de interés sin resultado alguno en el control del tipo de cambio, ¿en dónde podría impactar? El eterno retorno nietzscheano se presenta: en el mercado de créditos.

¿Se podría generar en México una crisis como la del 94 o la del 2008?

La respuesta está en el análisis de los precios de las viviendas (utilizándolo como una aproximación de alto nivel a todo el mercado crediticio). Si se detecta una burbuja como la que hubo en el 2008, estaremos en severos problemas si el Banco de México mantiene su política de aumentar las tasas de interés.

En la siguiente gráfica, se puede apreciar la burbuja inmobiliaria en Washington D.C. (allá sí tienen Distrito Federal, por cierto). A partir del 2003, se empezaron a disparar los precios de las casas. Con el aumento de las tasas y la eventual crisis en el 2008, los precios de las casas cayeron; ¡la burbuja estalló! En 10 años (de 1997 al 2007, el precio se multiplicó por 3, creciendo anualmente 13%).

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Por otra parte, del 2005 al 2015 en el (ahora muerto) Distrito Federal mexicano, el precio de las casas se multiplicó por 2 (crecimiento del 7% anual).

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¿Se puede concluir que hay una burbuja en México? Mi opinión es que sí. Sin embargo, hay algunas diferencias respecto a lo que sucedió en el 94 y en el 2008 en Estados Unidos; les menciono las que considero son las dos más importantes. En primer lugar, el crecimiento de los precios en México ha sido menor a lo ocurrido hace 8 años, por lo que la burbuja no está tan grande, y por lo tanto, puede ser que no estalle. En segundo lugar, la regulación en México es, en teoría, mucho más fuerte que la que existía en Estados Unidos en aquellos tiempos bushianos – republicanos (y no se diga de 1994 en México también). Sin embargo, ¿hay algún mexicano que en verdad crea en las instituciones de nuestro corrupto país?

Le dejo las conclusiones a usted…

P.D.  “La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa” – Karl Marx.

Saúl Ventimilla, Licenciado del ITAM en Economía con especialidad en Finanzas, hace este análisis para Irving Pineda.

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